Me comenta que ya trata de enseñar a sus alumnos como "resumir, esquematizar, distinguir ideas generales de secundarias, lectura comprensiva, memoria comprensiva, que enlacen conceptos, que busquen una hilazón lógica entre conceptos, que asocien ideas a ejemplos llamativos..." pero que a la hora del examen no obtiene con los alumnos los resultados esperados.
Este, sin duda, no es sólo un caso particular, si no que es muy común que pese a los grandes esfuerzos que realizan muchos docentes por enseñar técnicas de estudio, corrigiendo los exámenes contemplen como los alumnos parece que no se han enterado de nada, que no tienen claros los conceptos... y el profesor se queda con la sensación de no haberse explicado, o como bien dice este profesor en su email, ¡la sensación de estar hablando en coreano!.
Quizá lo que cabría preguntarnos, cuando ya conocemos las técnicas de estudio básicas y las hemos aplicado, trasmitido y enseñado, pero sigue sin dar resultado, es si hay algo más tras ese bajo rendimiento y obviamente si está en nuestra mano poder hacer algo al respecto.
Dejando al lado alumnado con necesidades educativas especiales, casos muy complejos de alumnado proveniente de familias desestructuradas o pasando por situaciones complejas, que requerirían de una intervención más especializada, probablemente la falta de interés, como apunta este profesor, están de detrás de muchos casos de fracaso escolar o bajo rendimiento en los estudios.
No es posible que el alumnado aplique con éxito técnicas de estudio cuando realmente no tiene interés ninguno por una materia en cuestión o por todas en general. Por más que le enseñemos a memorizar, por mucho que intentemos que lean y que sepan lo que leen... podemos toparnos con una gran cuestión y es que no sepan responder : ¿Por qué y para qué estudio?
La motivación, he aquí la raíz... Lo que esperamos que nos respondan tal vez sería :
-Estudiar por curiosidad y satisfacción personal
-Estudiar para tener mayores posibilidades de realizar nuestros sueños y metas en el futuro.
Pero la verdad es que ante los valores actuales, los que trasmite una parte de la sociedad ( y reflejada en una gran parte de la televisión ), la situación económica actual, el desempleo... ya no los adolescentes de ahora, si no los que ya han pasado la adolescencia y estudiaron para tener un futuro, también ahora ellos se preguntan ¿para qué estudié tanto?. Así que difícilmente estos chicos y chicas que se sientan hoy en las aulas encuentran respuesta a la pregunta ¿Por qué y para qué estudio?
Me gustaría señalar que, desde mi punto de vista, la rígida programación de las materias, la actitud directiva en el aprendizaje que el sistema educativo promueve... dificultan la autonomía del alumnado, merma su interés y su creatividad. Pero me gustaría dejar esto para otro post porque es un tema para hablar largo y tendido y porque creo que, aunque esto puede estar detrás de que no se les brinden todas las posibilidades para su éxito académico, personal y profesional, tampoco impide que lo consigan por otros canales.
En esta falta de motivación que comentamos, la escasa implicación de las familias tampoco ayuda. Es por ello que el trabajo para conseguir disminuir el fracaso escolar en la actualidad debe implicar a las familias, y es responsabilidad de ambos, de escuela (entiéndase tanto colegios como institutos) y de familias implicar e implicarse en esta labor.
Ante este panorama, ¿qué podemos hacer? resignarnos.... o podemos recordar, como decía Maslow, que las personas aspiramos al reconocimiento y la autorrealización e intentar hacer algo más...
Para lograrlo es importante (y en ellos podemos orientar a los adolescentes) :
-Definir su meta académica
-Tener un proyecto o meta personal.
A veces basta con imaginar qué ocurriría si otra persona decidiese por nosotros nuestro futuro, para darnos cuenta de la importancia de que elijamos nuestro camino, imaginar dónde nos gustaría estar... Esta labor es difícil con adolescentes ya que sobrevaloran el presente, y piensan más en los planes para el fin de semana que en el resto del curso y mucho menos el año siguiente... Por eso, aunque se puede ir trabajando con ellos en imaginación sobre el futuro, se puede empezar por metas más pequeñas, para ellos el futuro lejano ¡es el siguiente trimestre! y poco a poco ir a metas más grandes.
También es importante la capacidad de concentración para aprender y estudiar algo. Sin ella no es posible aprender ni estudiar. A veces una alta euforia o agitación, por ejemplo cuando vuelven del recreo, les impide prestar atención y concentrarse, para disminuirla podemos pedirles que se tomen unos segundos para relajarse antes de empezar. Otras veces, están nerviosos por el examen que tienen posteriormente y esto les impide concentrarse en esa hora de clase. En este caso puede ayudar charlar con ellos del examen e incluso decirles que les dejaremos unos minutillos para repasar, aliviando así su tensión.
La concentración de un alumno o alumna también se ve mermada a causa de sus preocupaciones, conflictos entre compañeros de clase, problemas familiares, miedos propios de la adolescencia... como todo el mundo. Es importante resolver estas preocupaciones antes de meterse en materia.
Fomentar la participación del alumnado en clase y en el centro docente también hace que el alumnado aumente su interés en los estudios.
Aún así, con todas las buenas intenciones y esfuerzos que ponen muchos docentes y algunas familias, no debemos olvidar que habrá casos que por las circunstancias o razones que sean necesitarán especial atención y asesoramiento especializado. Puede ser el caso de alumnos que tengan lagunas en la materia ( requerirán clases particulares para no retrasar al resto del grupo, no quedarse atrás...), problemas de autoestima, problemas familiares como decíamos al principio, etc.
La capacidad de esforzarse se aprende y puede potenciarse si se emplean las estrategias adecuadas.
Sagrario Pinto Martín
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